Por fin cristalizaba el proyecto que había tenido que posponer desde hacia demasiados años por ciertas circunstancias personales, actual y felizmente para mi, ya en vías de solución, y por el por todos conocido, y tan cansino, Covid.
Más o menos tres años pasaron desde mi primera intención hasta que me embarqué en el que era mi primer viaje en solitario a África para continuar, en Uganda concretamente, la labor que empezaron otros queridos compañeros, ¡cómo se acuerdan de todos vosotros!, y restablecer así, a través mío, el flujo de cooperación odontológica que es nuestra común motivación, nuestro común denominador.
Tratar, como siempre por etapas, con pasos marcados por las necesidades y por las prioridades inmediatas de la realidad bucodental local, educar a la población y formar a personal del país en la medida de lo posible.
Las motivaciones personales son intranscendentales para el proyecto y fundamentales en lo privado y se podrían ver como diferentes ríos que desembocaran en un mismo mar. En mi caso, con este viaje quería cumplir mi deseo antiguo e íntimo de viajar solo. Resultó ser una pequeña ficción pues, como sabréis los que ya vivisteis Dentalcoop, nuestro trato con la gente que nos reclama, sea cual sea el país al que vayamos, es que se nos cuide mínimamente, salvo que pidamos lo contrario, ayudándonos a asomar, tranquilos, la cabeza a la nueva realidad, haciéndose cargo de nuestro transporte interno y ofreciéndonos comida y cama.
Empecé el proyecto en un nuevo centro de salud no hacía mucho inaugurado por la Ong Rafiki (Padre Juan&co), nuestros anfitriones, en una zona casi fronteriza con Congo. El nombre de la pequeña población donde estuve es Ikoba, aproximadamente a una hora de Hoyma que es la más importante, y por tanto mejor comunicada, cuasi ciudad de la zona y que se encuentra a unas seis o siete horas en autobús local de Kampala. El resumen de Ikoba es que es rural, tranquila e ideal y su población amable. Plantaciones de caña de azúcar, existe una fábrica relativamente cerca, naturaleza y cultivos de subsistencia. Gallinas y cabras. Todo a lo largo de una carretera de albero que los conecta y por la que yo salí a correr más de un día. ¡Y un pedazo de bar con billar, música y cerveza fría! para el que guste. Para mi, la perfección.
ES UN SITIO PERFECTO PARA EMPEZAR A COLABORAR POR ÁFRICA.
Me hospedé en una casa sensacional, recién construida para voluntarios por la misma organización, con lujos como electricidad, ducha y una empleada, la encantadora Fanny, encargada de las labores de la misma y de preparar nuestra suculenta comida,
¡graaaaacias!, situada prácticamente puerta con puerta con el centro de salud y que compartí con Pablo, un malagueño que trabaja para Rafiki gestionando los recursos y mucho más y que lleva ya casi un año por Uganda. Tratar con tipos así es inspirador. Hombre amable, profesional, atento y el perfecto anfitrión y puente entre mi mismo, mi labor y el resto de su equipo humano. Guardo muy buenos momentos de risas, de confidencias y de charlas con él y con todos.
Los primeros días los pasé chequeando y listando el material que habían dejado los anteriores compañeros con la, yuhuuuu, anda que no acepté rápido, ayuda que me ofreció Pablo junto a su ordenador. Reconozco que aunque vaya integrando y entienda la importancia y la necesidad de esta parte de nuestro trabajo, la detesto y me sigue cambiando un poco el carácter. También monté el gabinete en una habitación que me cedieron dentro del centro de salud, junto a Ronald, mi ayudante y aprendiz, y el resto del excelente equipo humano y sanitario formado por el “doctor” Alex, Brian, Salomon, Cleophas, a los que veía yo desde mi burladero realizando, incansables, su constante e impagable labor del cuidado de la salud comunitaria.
Aunque monté y probé el funcionamiento del material rotario, me centré en la necesidad primera de una población que no había visto a un dentista en su vida, que, en general, no se cepilla y que vive rodeada de caña de azúcar, las extracciones de piezas destruidas y la consecuente eliminación del dolor y de las infecciones que provocan. Junto a Pablo implementamos un sistema básico de fichas dentales, que confio sirvan a los próximos que lleguen, consistente en un número asociado a unos breves datos de filiación, un pequeño odontograma sobre el que escribimos sencillos códigos de tratamiento y el historial de actuación realizada.
Ronald y yo en el gabinete y Cleophas en la administración y recepción de los pacientes que nunca acaban. Pablo asomando de vez en cuando la cabeza para ver cómo andábamos. Ronald aprendiendo de mi, ¡el crack ya sacaba hasta restos radiculares!, mientras yo, humilde, lo hacía de la vida.
Siete días intensos de campaña.
Sólo puedo agradecer la buena labor y voluntad de todos los que me rodearon ayudándome.
El último día desmonté, guardé y finalicé junto a Pablo el excel del material que ahí queda.